Albert Camus, un hombre de verdad. |
Hay un verbo que llama poderosamente la atención de muchos filósofos. Se trata del verbo ‘ser’. Es un verbo cojo, necesita de ayuda para caminar, porque no dice nada ‘Mi suegra es’ -parece que falta algo-, pero a la vez es el verbo por excelencia, permite predicar: de un animal, de un hombre, de una planta o de una cosa. Predicar aquí lo usamos en el sentido de ‘decir algo’, o sea, que es el verbo con el que se dicen las cosas: ‘La hierba es verde’, ‘Sus ojos son preciosos’… Y el que dice algo, tú mismo, pretende decir verdad o al menos cree que lo que dice es cierto y, además, le gustaría que lo que dijese fuese verdad, es decir, que fuese por todos compartido –quedémonos, para ir tirando, con esta noción de verdad, al fin y al cabo no estamos haciendo nada serio aquí-.
Muchos piensan que hay personas que mienten constantemente, pero esto nos importa más bien poco: si alguien dice algo lo dirá como hemos descrito o no dirá nada. Así, mentir viene a ser, para nosotros, una manera de no-decir, y no es eso lo que nos ha traído aquí.
Lo que sí nos preocupa es que pueda haber algunos que crean decir algo cuando en realidad no dicen nada. Véase, por poner un ejemplo inmediato, el debate del ‘estado de la nación’ de esta semana, donde nadie dijo nada y, sin embargo, todos creían estar diciendo algo. Poco nos importaría si ocurriese que sólo ellos creyeran lo que dicen: un grupo de Individuos voceando esto o aquello en una sala rimbombante, con sus disfraces y corbatas, no preocupa a nadie; quizás alguna madre o familiar directo sintiese pena o preocupación por lo que, a todas luces, es un comportamiento muy extraño. Poco seguiría importando que los que se reúnen allí cobrasen de lo que hemos puesto entre todos si tuviésemos la certeza, a cambio, de que así nos dejarían en paz. Pero ni lo uno ni lo otro es el caso.
Ni tienen suficiente con creerse lo que dicen, ni nos van a dejar en paz. El caso es que en el recorrido del ‘decir algo’, primero se creen lo que dicen, y segundo –el problema surge ahora-, quieren que lo que dicen sea verdad (has de compartirla). Pero no puede ser verdad, porque lo que dicen no lo comparten ni entre ellos, y segundo, la verdad se muestra, no se discute. Podríamos encontrar más ejemplos de que lo que se dice ahí no es verdad, seguro que a ti se te ocurre alguno más, pero estos dos parecen suficientes. Si no es verdad lo que dicen, según lo expuesto, no dicen nada.
Bien sabemos, y lo compartimos con vosotros, que la verdad es increíblemente escurridiza, que no podemos atraparla, meterla en un frasco (o en un gráfico) e irla enseñando por ahí, que es más fácil encontrar verdades en un poema –que no dice lo que es, sino insinuándolo- que en cualquier discurso político –que pretende decir cómo son las cosas sin rodeo alguno-. Hasta los Científicos, que no saben manejarse más que con sus verdades tristes, se guardan el derecho a equivocarse (así siempre dicen la Verdad, no vaya a ser que les castigue Dios) con el consabido ‘mientras no se demuestre lo contrario’.
Por tanto, decir algo es decir verdad, es decir lo que las cosas son, y esto resulta complicado. Como habéis visto, con el verbo ‘ser’ hay muchas cosas en juego, entre ellas, tus creencias, el asunto de la verdad o la misma posibilidad del discurso. Esperamos que se entienda mejor ahora la preocupación de algunos filósofos por la pregunta "¿qué es ser?" No quita que, al igual que los políticos, la mayoría de los filósofos no digan nada, como de alguna manera reprochaba el bueno de Albert:
No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías, vienen a continuación. Se trata de juegos; primeramente hay que responder.
Albert Camus, El mito de Sísifo. Alianza Editorial. (Primer párrafo del texto).
No te enfades, Albert, si te decimos que nos sobran razones para vivir (tómese ese ‘sobran’ en sentido estrictamente literal), pero a la vez te decimos que seguiremos tu discurso por si tuviésemos que tomar alguna drástica decisión ;-).
Vamos a ver si a lo largo del día de mañana podemos decir algo que tenga que ver con tu ‘ser’, y que merezca la pena. Para que si alguien como el bueno de Albert acude en busca de respuestas a los que dicen que hacen filosofía, encuentre, al menos, otros que están por aquí, con él.
Muchos piensan que hay personas que mienten constantemente, pero esto nos importa más bien poco: si alguien dice algo lo dirá como hemos descrito o no dirá nada. Así, mentir viene a ser, para nosotros, una manera de no-decir, y no es eso lo que nos ha traído aquí.
Lo que sí nos preocupa es que pueda haber algunos que crean decir algo cuando en realidad no dicen nada. Véase, por poner un ejemplo inmediato, el debate del ‘estado de la nación’ de esta semana, donde nadie dijo nada y, sin embargo, todos creían estar diciendo algo. Poco nos importaría si ocurriese que sólo ellos creyeran lo que dicen: un grupo de Individuos voceando esto o aquello en una sala rimbombante, con sus disfraces y corbatas, no preocupa a nadie; quizás alguna madre o familiar directo sintiese pena o preocupación por lo que, a todas luces, es un comportamiento muy extraño. Poco seguiría importando que los que se reúnen allí cobrasen de lo que hemos puesto entre todos si tuviésemos la certeza, a cambio, de que así nos dejarían en paz. Pero ni lo uno ni lo otro es el caso.
Ni tienen suficiente con creerse lo que dicen, ni nos van a dejar en paz. El caso es que en el recorrido del ‘decir algo’, primero se creen lo que dicen, y segundo –el problema surge ahora-, quieren que lo que dicen sea verdad (has de compartirla). Pero no puede ser verdad, porque lo que dicen no lo comparten ni entre ellos, y segundo, la verdad se muestra, no se discute. Podríamos encontrar más ejemplos de que lo que se dice ahí no es verdad, seguro que a ti se te ocurre alguno más, pero estos dos parecen suficientes. Si no es verdad lo que dicen, según lo expuesto, no dicen nada.
Bien sabemos, y lo compartimos con vosotros, que la verdad es increíblemente escurridiza, que no podemos atraparla, meterla en un frasco (o en un gráfico) e irla enseñando por ahí, que es más fácil encontrar verdades en un poema –que no dice lo que es, sino insinuándolo- que en cualquier discurso político –que pretende decir cómo son las cosas sin rodeo alguno-. Hasta los Científicos, que no saben manejarse más que con sus verdades tristes, se guardan el derecho a equivocarse (así siempre dicen la Verdad, no vaya a ser que les castigue Dios) con el consabido ‘mientras no se demuestre lo contrario’.
Por tanto, decir algo es decir verdad, es decir lo que las cosas son, y esto resulta complicado. Como habéis visto, con el verbo ‘ser’ hay muchas cosas en juego, entre ellas, tus creencias, el asunto de la verdad o la misma posibilidad del discurso. Esperamos que se entienda mejor ahora la preocupación de algunos filósofos por la pregunta "¿qué es ser?" No quita que, al igual que los políticos, la mayoría de los filósofos no digan nada, como de alguna manera reprochaba el bueno de Albert:
No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías, vienen a continuación. Se trata de juegos; primeramente hay que responder.
Albert Camus, El mito de Sísifo. Alianza Editorial. (Primer párrafo del texto).
No te enfades, Albert, si te decimos que nos sobran razones para vivir (tómese ese ‘sobran’ en sentido estrictamente literal), pero a la vez te decimos que seguiremos tu discurso por si tuviésemos que tomar alguna drástica decisión ;-).
Vamos a ver si a lo largo del día de mañana podemos decir algo que tenga que ver con tu ‘ser’, y que merezca la pena. Para que si alguien como el bueno de Albert acude en busca de respuestas a los que dicen que hacen filosofía, encuentre, al menos, otros que están por aquí, con él.
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