viernes, 18 de noviembre de 2011

No votar, por supuesto, pero la abstención no basta

¡Buenos días! Como ya sabéis aquí nunca pasa nada, y el caso de las votaciones no es una excepción.

Creyente: ¿y tú qué sabes? Puede que se invada Irán y se líe una gorda. ¿No sería esto pasar algo?

Bueno, es cierto, puede que se invada Irán pero eso ya está escrito en el sagrado libro de la Historia Futura. Seguro que las bolsas ya ‘han descontado’ esta guerra, y tal o cual empresa se están forrando gracias a esos futuribles. Por eso no sería esto ‘pasar algo’, sino pasar lo que tiene que pasar, o sea nada. Que viene a ser el mandamiento divino primordial: que todo cambie para que todo siga igual, y eso es lo que pasará el día 20: nada.

Y, hablando de lo que no pasa, prestando un poco de atención al circo que se está montando con motivo de la periódica ratificación del Régimen por parte de las Masas, hay que reconocer que los debates y las entrevistas dan un toque de color a lo que viene a ser la farsa en sí. Ver cómo se tiran los trastos unos a otros tiene cierto morbillo, viene a ser como ver ‘Sálvame’ pero sin que te dé tanta vergüenza contarlo porque al fin y al cabo hablan de cosas de mayores: de estadísticas, de numeritos por aquí, numeritos por allá, de que si tú me quitaste la pelota, de que si tú más esto, de que si tú más aquello, de que si la profe te castigó por no hacer los deberes… 

Nuestro departamento de audiovisuales ha elegido un fragmentito representativo de lo que mejor saben hacer los Políticos (extraído de aquí), decir una cosa y la contraria a la vez:
  


¿Por qué nos dan náusea los políticos? ¿Por qué resultan tan patéticos? ¿Por qué dice el pueblo que ‘son todos iguales’? Desde aquí vamos a exponer que no es casualidad ese rechazo hacia el Político y, además, que ese sentimiento del pueblo hacia los Políticos no puede ser otro.

Resulta que hay un primer principio conocido como el principio de no contradicción

Tomás: pufff... ¡Vaya coñazo!

No te pongas así, Tomás, danos un poco de cuartelillo. Este principio, decíamos, nos lo enunció un filósofo así:

Nada es a la vez algo y lo contrario
: si el cisne es blanco (y ser blanco es ser algo), entonces el mismo cisne no es negro (lo contrario de blanco).

El principio en sí es lo que está en negrita, el resto es un acertado ejemplo. Entonces quedamos en que un cisne o es negro o es blanco pero no las dos cosas al mismo tiempo. Como notáis, el principio no sólo es ‘o esto es blanco, o esto es negro’, sino que se introduce una dimensión temporal: ‘a la vez’. ¿Qué quiere decir esto? Pues que un cisne es blanco pero podría llegar a ser negro (seguro que a algún científico se le ocurre cómo), o como le ocurrió al pobre Michael Jackson que era negro y acabó blanco. El principio no dice que una cosa no puede acabar siendo otra, lo que dice es ‘nada es a la vez algo y lo contrario’, volvemos a señalar esa condición temporal.

Y ¿qué es a la vez? Ahí está el truco, en la dimensión temporal que conlleva este primer principio. Para el Sistema sólo hay un tipo de tiempo: el tiempo del Dinero (infinito, porque uno puede ser infinitamente rico, siempre puede hacer que su vida sea un poco más obscena). Pero ¿quién dice que el tiempo tiene que ser infinito, cuando lo que siente uno es que las cosas van muy rápido en ocasiones y en otras muy lentas pero que en todo caso ocurren? La Ciencia, amigos, con la Ciencia hemos topado. Ya desde pequeñín te encontrarás con lo que cuesta una hora de parque infantil, o lo que le cuesta a tus papás 45 minutos de Judo, es el tiempo del Estado y/o Capital: cuánto tiempo necesitas para aprender Judo o para divertirte no se sabe porque ‘siempre se puede mejorar’ (notad la infinitud de ‘siempre’ en una de las expresiones de moda para los Ejecutivos de Dios).

Hay que saber que una vez que se introduce una noción infinita del tiempo, lo estamos negando, negamos el tiempo: nunca pasa nada. Lo hemos dicho mil veces y lo diremos mil veces más: aquí no pasa nada porque, como acabamos de descubrir, es ontológicamente imposible que ocurra algo con una concepción infinita del tiempo: ¿no veis que siempre se puede ser mejor, que siempre se puede tener más, que siempre se puede perfeccionar el conocimiento sobre lo que sea?

En el mundo del tiempo infinito, nunca podrá acabarse con el hambre en el mundo (se podrá ir mejorando, claro… hasta el infinito, pero la ecuación nunca colapsará), nunca estarás lo suficientemente delgado, o lo suficientemente formado, o lo suficientemente guapa, o ganarás lo suficiente, nunca te habrás acostado con las suficientes mujeres, nunca.

Entonces, si decimos que el único tiempo que hay es el tiempo del Dinero pero que este tiempo supone negar el tiempo que importa, el tiempo de la vida, y que lo que hacemos al entender el tiempo como infinito es, en definitiva, negar el tiempo y aburrirnos eternamente; el a la vez que señalábamos en el principio fundamental, el principio que rige en el lenguaje y en la vida misma, desaparece.

Tomás: ¿y?

Pues que si para el pueblo el que dice una cosa y la contraria a la vez miente o es un loco, la eliminación de ese a la vez, por los motivos expuestos (pretender un tiempo infinito), no permite llamar mentiroso, en sentido estricto, a los Políticos (Funcionarios del Estado al servicio del Capital), porque lo que se dijo en un momento valía en ese momento pero no ahora, ya que ese a la vez, está vacío, o lleno de nada, vamos que esa temporalidad del primer principio pretende hacerse infinita, pretende eliminarse.

Así que por eso odias la Política con mayúsculas y sus Políticos –si no te has vendido en cuerpo y alma, claro-, porque algo dentro de ti -lo que te queda de pueblo que siempre entendió el principio- dice: ¡NO!

Tomás: Bueno, y el título del post ¿a qué viene? Habrá que no votar ¿no?

En cuanto a eso, hagamos lo que tenían por costumbre hacer los griegos: escuchar opiniones plausibles (éndoxa), que de las otras opiniones (doxa) andamos sobrados y hastiados. Os invitamos a que leáis un artículo publicado en ‘El País’ hace 20 años del maestro Agustín, que como no se debe al tiempo del Dinero, es como si lo hubiese escrito ayer:

¡No vote! ni deje de votar. Hay cosas que hacer
Si todavía se cree usted que en unas elecciones democráticas se está jugando algo que le importe al público para nada, entonces este anuncio no vale para usted. Ande y vote. Si, después de tantos años (y siglos) de Democracia, cree V. todavía que el cambio de las caras y nombres de los figurones de turno va a tocar al Sistema en algo que no sea cambiar para seguir igual, si piensa V. que alguno de ellos puede hacer otra cosa que lo que está mandado, o sea, en definitiva, servir al Desarrollo, o sea al Capital, que es lo mismo que el Estado, si piensa que alguno de ellos va a poder, por ejemplo, mover un dedo contra la Banca o contra el Automóvil o contra la Televisión, en ese caso, deje V. de leer este anuncio, y pase al grueso de las hojas de este mismo Rotativo, que le ofrecerán abundantemente las declaraciones de Fulano o de Mengano y las diatribas de Zutano con Perengano, y las correcciones de las listas electorales y cómo anda la temperatura de los sondeos o pronósticos de las Agencias autorizadas. […]”

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(Que nunca pase nada no sólo depende de Ellos ;-))