Este lema podía leerse en distintos carteles de Sol. Y llama la atención porque uno piensa que si algún tipo de fuerza tiene la ‘no violencia’ no parece que sea, suponiendo una escala de fuerzas, de las de mayor grado. Así, sobre la marcha, si alguna fuerza hay en la ‘no violencia’ ha de ser algo así como una fuercecilla, la fuerza propia del débil o del enfermo. Diríamos también que hay otra fuerza, que, en principio, parece de un grado muy superior y de la que se trata en dichos populares como ‘a la fuerza ahorcan’ o ‘la letra con sangre entra’: la fuerza bruta.
Pensamos aquí que esa fuerza bruta es la propia de las bestias, de los animales, y del hombre en la medida en que como tales se comporta. Y que lo que hemos visto en el desalojo de la Plaza de Catalunya, no era más que el ejercicio de la fuerza bruta por parte del Estado y, ante él, una respuesta que nada tiene que ver con las bestias, ni con los animales, ni con los hombres en tanto que bestias, sino una respuesta muy humana. Una respuesta con una fuerza muy especial que no tiene que ver con la bruta y no puede, por tanto, medirse en relación a esta.
Ante una agresión el instinto te hace huir o defenderte, esto lo compartimos con la mayoría de las especies. Lo que no es normal es no reaccionar o reaccionar no violentamente. Entonces, ¿dónde está la fuerza de dejarse curtir el lomo a base de bien? ¿Qué gano con que me abran la cabeza? Desgraciadamente tú no ganas nada, pero consigues que el palo que te den nos lo llevemos todos.
Es decir, siendo así que en el mismo momento en que el pueblo tiene el poder deja de serlo para convertirse en masa, o milicia, o ejército, o lo que fuere, lo propio del pueblo es que no tiene poder alguno, y esa es su fuerza. La fuerza de la no violencia, la fuerza de que si fueron cientos los apaleados, miles fueron los que contestaron.
(Quizás se entienda mejor ahora lo que alguno ha contado por Sol en cuanto al carácter contradictorio de la palabra democracia, que lleva en su raíz dos expresiones, para nosotros, antagónicas: pueblo y poder.)
No podemos desde aquí dejar de agradecer la actitud de los que, con la única fuerza del pueblo, hicieron frente de la manera más humana a la bestia del Estado al servicio del Capital, ni de exigir, además, la dimisión del conseller d’Interior de la Generalitat.
Pensamos aquí que esa fuerza bruta es la propia de las bestias, de los animales, y del hombre en la medida en que como tales se comporta. Y que lo que hemos visto en el desalojo de la Plaza de Catalunya, no era más que el ejercicio de la fuerza bruta por parte del Estado y, ante él, una respuesta que nada tiene que ver con las bestias, ni con los animales, ni con los hombres en tanto que bestias, sino una respuesta muy humana. Una respuesta con una fuerza muy especial que no tiene que ver con la bruta y no puede, por tanto, medirse en relación a esta.
Ante una agresión el instinto te hace huir o defenderte, esto lo compartimos con la mayoría de las especies. Lo que no es normal es no reaccionar o reaccionar no violentamente. Entonces, ¿dónde está la fuerza de dejarse curtir el lomo a base de bien? ¿Qué gano con que me abran la cabeza? Desgraciadamente tú no ganas nada, pero consigues que el palo que te den nos lo llevemos todos.
Es decir, siendo así que en el mismo momento en que el pueblo tiene el poder deja de serlo para convertirse en masa, o milicia, o ejército, o lo que fuere, lo propio del pueblo es que no tiene poder alguno, y esa es su fuerza. La fuerza de la no violencia, la fuerza de que si fueron cientos los apaleados, miles fueron los que contestaron.
(Quizás se entienda mejor ahora lo que alguno ha contado por Sol en cuanto al carácter contradictorio de la palabra democracia, que lleva en su raíz dos expresiones, para nosotros, antagónicas: pueblo y poder.)
No podemos desde aquí dejar de agradecer la actitud de los que, con la única fuerza del pueblo, hicieron frente de la manera más humana a la bestia del Estado al servicio del Capital, ni de exigir, además, la dimisión del conseller d’Interior de la Generalitat.
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