miércoles, 1 de junio de 2011

El mundo tercero, África

El mundo globalizado, en el que intentamos vivir, tiene muchas ventajas para las grandes compañías, entre ellas lo que finamente se ha llamado ‘deslocalización’. Es decir, busco esclavos (niños, ancianos, es igual, el mercado es así, completamente democrático, ¡no hace distinción!) en el mundo tercero y hago mis productos con costes irrisorios para venderlos en el primero a precios desorbitados.
Y alguna ventaja para nosotros, por ejemplo, que nos enteramos (lo que nos dejan) de lo que ocurre por el mundo, de esto de la ‘deslocalización’, o de cómo todo se mide para poder mercadear con ello. Sin ir más lejos, de que para poder cumplir las exigencias del protocolo de Kyoto se compra a países que no emiten gases su cuota de emisión. Así, para que todo sigua igual, emito los mismos gases o más, pero ahora es legal.
Pues para esto y otras cosas se usa el mundo tercero, donde hay seres humanos que, literalmente, se mueren de hambre.
Ya en los mismos mapas la representación es curiosa:


Un continente que tiene 6000000 de kilómetros cuadrados (necesitamos algún periodista que nos diga cuántos campos de fútbol son) más de extensión que América del Norte, parece incluso más pequeño que ésta.
Y hemos notado que los científicos nos dicen que da igual norte o sur, que los neozelandeses no tienen que ir agarrándose a los árboles para no caerse, y por tanto el mapa bien pudiera ser así:



Ocurre que las regiones del norte, en general, son abrumadoramente más ricas. De esto no nos viene motivo alguno, quizás algún lector sagaz pueda ayudarnos. Lo que parece evidente es que esta distinción, en principio arbitraria, lo ordena todo y con éxito. En el mundo la riqueza se concentra en el hemisferio norte; en Europa, los países más ricos son los que están más al norte; en España, las regiones más ricas tienden a estar en el norte; en Madrid los pueblos del norte son más ricos; incluso en la capital ya, los barrios del norte son más ricos que los del sur.
Testigo mudo del expolio es el mapa que estudiabas en la escuela:

El grito
Si alguna vez hubo que distinguir a los pueblos se usaron accidentes geográficos, ‘de esta montaña hasta el río sois vosotros, de aquí hasta el valle nosotros’. Pero llegó lo que en tu libro de texto llaman una nueva etapa en la revolución industrial, el capitalismo financiero.
Nos da igual lo que entiendan los economistas por esto. Para nosotros es lo que nos toca vivir, un mercado que ya no sólo compra y vende bienes sacando tajadilla de la intermediación, sino un mercado que compra y vende derechos de emisión de humos, activos tóxicos y otras fantasías más o menos peligrosas en la medida  en que afectan al pueblo o al medio ambiente.
Y el bondadoso capitalismo financiero no entiende de pueblos, ni de tribus, ni de poblados. Entiende de líneas rectas de un punto a otro con infinitos puntos entre ellas. Así que ahí lo tenemos, como el Guernica, una imagen desgarradora, líneas rectas que suponen ‘El reparto de África’, como si de repartir un botín tras el robo se tratase. Parece que el mismo dedo de Dios, sin necesidad de regla alguna porque todo lo puede, hubiese trazado esas dolorosas (pero inevitables) líneas que no entienden de pueblos, ni de ríos, ni de montañas.
Una imagen que bien vale un grito.

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